Posted on 9:58 | By Guajira | In
Muy pocas de las imágenes digitales, unas cuantas de la exposición SIN ECOS de Mariana del Campo, resultan de una suerte de irresistible apetito por identificar la imagen digital con la pintura, un poco al modo en que ocurría con la fotografía en sus inicios. Los limites son imprecisos hoy, exactamente como cuando los fotógrafos aspiraban a parecerse a los pintores, mientras estos se beneficiaban con los aportes de la fotografía. Se trataba entonces de un asunto de legitimación antes los embates de quienes consideraban la intervención de la cámara sólo como un dispositivo auxiliar y, a la fotografía, como mucho, como una práctica consignada a ser sirvienta de las artes, como casi a la letra decía Baudelaire.
Con Mariana del Campo –y en muy pocos casos- sólo es apetito, quizá engolosinamiento; una tentación por explorar efectos y texturas visuales que sin embargo hacen eco de la pintura, para hablar de ecos sin eco y viceversa, pero sólo gracias a un verdadero dominio de los programas y utilidades para el procesamiento de imágenes digitales que tiene la autora, junto, claro, con una información visual y conceptual de la que desembaraza en el resto de la obra para, entonces si, actuar como los peces en el agua y entre ese movimiento fácil y libre exponer la idiomática propia del medio, explorarla y ofrecer con ello productos notorios y notables. Ave rara.
Lo común es algo parecido a una suplantación que además inserta en la moda del plotter y del amplio formato: imágenes cuyo lenguaje es transferido literalmente a los sistemas de gestión por ordenador y ya, a secas. Habitual es el alarde técnico o, más precisamente la suma de un clic aquí y otro allá para exhibir la consecuencia de alguna manera prefigurada en la potencia del programa y sus recursos: el autor es un especie de medium. Una tercera opción la constituyen la suma de los dos casos anteriores.
No es el caso, porque en la mayor parte de las obras de esta artista hay una combinación casi matemática de oficio y sensibilidad, arreglo del que provienen dos entrañables y extrañadas cosas: misterio y sorpresa; algo que hace durar la mirada, escudriñar, develar y a la larga descubrir que entre capas y transparencias de mayor o menor grado hay una poética (palabra casi en desuso excepto para los escasísimos lectores de Aristóteles), una estética, pero del género que afirma que el arte es un lenguaje y , en este caso, uno doble o de doble articulación: simbólico y emotivo –para usar los términos de Richards-, es decir, el que transmite ideas e información y el que expresa, evoca y promueve sentimientos, actitudes o las dos.
A propósito de evocaciones, por cierto, algo de Robert Rauschenberg recuerdan estas obras, un poco de algunos hiperrealistas mexicanos y españoles (los fondos) y tantito de alguna époco de Motherwell, y van de la mano con las tendencias neoexpresionistas y neofigurativas que como reacción a la impersonalidad de minimalismo surgieron a principio de la década de los 80, manteniéndose relativamente vivas hasta hoy.
La captura y manipulación de imágenes que realiza Mariana del Campo ordena y da coherencia a un experiencia visual rica en accidentes aprovechados y en contenidos simultáneos, suplementarios y complementarios de diversas realidades, que entremezclan obviedad y sugerencia y figuras que son sujetos con fondos que son objetos, que son paredes, que son texturas, que son soportes de signos gráficos y de marcas y pátinas de tiempo. Y ese viejo pero siempre nuevo juego (cuando se sabe hacer) que Barthes llama intermitencia, osea ese fenómeno discontinuo, alterno, entre cortado que involucra lo que se esconde y lo que se asoma, lo que se revela y lo que se oculta, el adentro y el afuera, el primer plano y lo de atrás y, en este preciso caso, la realidad creada montada en la realidad real; un ejercicio de texturas visuales, de figuración y abstracción; de sujetos, casi todos mujeres, que se esfuman o se diluyen en su propio movimiento o salen de capas o se meten a ellas, sugiriendo circunstancias y estados matizados, moldeados o determinados por la incompletad y por el silencio. Quizás por ello la idea de SIN ECOS, aunque el título de la exposición proviene del de una de las obras.
Los grandes formatos, de su lado, contribuyen a aumentar la sorpresa, porque la resolución de la imagen a esas dimensiones permite al ojo encontrarse con lo que habitualmente se le escaparía si el tamaño de aquélla fuera modesto, a parte de que de ese modo las obras aumenta su carácter protagónico, que se añade por cierto al carisma que ya tienen por contagio del propio de la autora.
Omar Gasca
A partir de un registro del trabajo actoral de Gabriela Núñez, Mariana encontró que varias de las imágenes resultantes podían ser la base para realizar un trabajo que respondería a una serie de vivencias personales, a un estado de ánimo y a una introspección que se daba de manera automática al analizar un trabajo realizado para una autora teatral.
Es interesante aproximarse a la obra de una artista que, como Mariana, percibe su realidad y tiene la capacidad de traducir esa percepción a un lenguaje que ha venido desarrollando desde hace ya varios años, un lenguaje que involucra el dominio de la tecnología digital.
Es interesante también que nosotros como espectadores tengamos enfrente una obra que manifiesta ése dominio y que nos encontremos en la capacidad de leerlo perfectamente porque forma parte de nuestra cotidianidad, a diferencia de otros lenguajes de la plástica, que generalmente requieren de cierto estudio preparatorio.
Mariana del Campo se formó como fotógrafa en la Facultad de Artes Plásticas de la Universidad Veracruzana, pero su ejercicio profesional la llevó a desarrollar también funciones de diseñadora gráfica. La combinación de ambos campos le ha permitido ahora manejar una amplia gama de programas y de técnicas digitales que sin duda le permiten expresarse con absoluta fluidez, para decir exactamente lo que ella quiere decir.
Su trabajo la ha llevado a comunicarse con sus colegas y ha generado otras formas de expresión en ellos, como la poesía. De ésta manera, se constata que el mensaje de Mariana está en el aire y que los demás podemos abrevar de él para realizar nuestra particular lectura del mensaje emitido.
Por todo ello, el público potencial de la obra de Mariana será no sólo el conformado por artistas plásticos y literatos, cineastas y actores, músicos y bailarines, sino por todo aquél que tenga sus ojos abiertos para ver y encontrar, para leer y traducir, para percibir y gozar o sufrir el mensaje, tal como ya lo ha hecho la artista plástica Mónica Hernández – colega coterránea de Mariana, además de su gran amiga- cuando escribe:
Respiraré profundo
Ahora que te llamo en silencio
Eres como un rezo
Sin ecos.
MIGUEL FEMATT
febrero del 2006

2006, En tránsito

2006, Cicatriz
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